Antes de tener ese encuentro maravilloso con Jesús, no podemos evitar el sentirnos indignos o sentirnos como “gusanos” y pecadores ante Su presencia, porque Su espíritu nos está convenciendo de nuestros pecados ; pero, cuando nosotros decidimos recibir Su perdón y nos arrepentimiento genuinamente, el Señor nos perdona y nos recibe como hijos y somos hechos justicia de Dios (2 Corintios 5:21). Esto quiere decir que somos justos en Cristo. Cuando el Padre nos ve, nos ve a través de Jesús que vive en nosotros y no lo que éramos antes.
Nota que el Padre nos llama, “hijos” (Juan 1:12). El hijo, sea adoptado o “natural” tiene los mismos derechos de un hijo. He oído, que en muchas naciones de la Tierra, los derechos de los hijos adoptados son mayores que la que tienen los hijos naturales en una familia. El punto aquí es que como hijos de Dios, somos algo de mucho valor. Algo especial.
Si tu encuentras algo en un mercado, tienda o establecimiento que es de mucho valor, y que ese objeto va a aumentar en precio con el tiempo; vas a estar dispuesto a pagar una buena cantidad de dinero para comprarlo. Vas a estar dispuesto a invertir lo que sea para obtenerlo. Y no solamente invertir, pero también lo vas a proteger porque ahora te pertenece a ti. En otras palabras, vas a cuidar tu inversión. Esto es lo que los inversionistas hacen.
Una mañana recientemente mientras iba manejando, iba orando y agradeciendo al Señor por mi vida, por mi familia y por todo lo que hemos recibido de Él. Mientras manejaba, a mi lado derecho vi un gran edificio comercial y siempre que veo un establecimiento de este tipo, pienso en la cantidad de dinero y recursos que toman para tener y mantener un negocio exitoso. De repente, vino a mi este pensamiento y sabía que venía del Padre. “Tengo mucho invertido en ti, hijo, la sangre de Mi Hijo Jesús”. Seguí mi camino meditando profundamente sobre esto. Nunca lo había visto desde ese punto de vista. El costo fue inmenso, uno que nadie podía pagar. Con razón, Él nos cuida y nos protege. En Isaías 54:17 dice, “Ninguna arma forjada contra ti prosperará, y condenará toda lengua que se levante contra ti en juicio. Esta es la herencia de los siervos de Jehová, y Su salvación de mi vendrá, dijo Jehová”. Con razón el Padre cuida Su inversión, nosotros, hablando por medio de Sus siervos que están oyendo de Él para enseñar correctamente a Su pueblo, y así vivir una vida llena de propósito y de gozo. Las Escrituras están llenas de palabra de promesas, de protección, de ayuda y tantas otras cosas que Dios tiene para nosotros.
Jesús cuenta una parábola que la encontramos en Mateo 13:45-46, “También el reino de los cielos es semejante a un comerciante que busca buenas perlas, y cuando se encuentra una buena perla preciosa, va y vende todo lo que tiene, y compra la perla.” Aquí el comerciante es Dios y la perla somos nosotros. ¿Te das cuenta? Nosotros somos tan valiosos delante de Dios que mandó a Su Hijo Jesús para comprarnos con Su sangre. Tú le perteneces a Él, y Él va a hacer todo lo que está de Su parte para cuidar Su inversión.
Por lo tanto, no menospreciemos el precio que Jesús ya pagó por nosotros en la cruz. Tú y yo, somos lo que Dios dice que somos y tenemos lo que Dios dice que nos pertenece. Toma todo lo que Jesús ya pagó por ti y vive la vida abundante en todo aspecto: espiritual, físico y financiero.
Piensa en lo que Dios ya invirtió por ti.
Bendiciones