Después de parquear mi carro, salí para dirigirme a la puerta. Había una maceta grande en la esquina, hasta ese momento no tenía idea de que era de puro cemento, lo aprendí en una forma dolorosa. Cuando di la vuelta hacia donde estaba la puerta, mi rodilla chocó con la esquina de esa maceta. Me dolió en gran manera, pero como hombre orgulloso, seguí mi camino como si nada había ocurrido. Habían personas cerca pero estoy seguro, pienso, que no se dieron cuenta.
Dentro del cuarto me dirigí hacia el mostrador y esperé un tiempo para que me atendieran. Mi rodilla me ardía pero tenía que soportarlo. Me atendieron después de unos 15 minutos y salí hacia afuera a mi carro, todavía con ardor en mi rodilla. De nuevo, doy la vuelta por la esquina para el lado contrario...y, ¿qué pasó? Así es, ¡me di de nuevo, en la rodilla izquierda esta vez!
Lo que quería hacer es gritar de dolor, pero no lo hice, y esta vez el golpe fue mucho más fuerte que sangré. Lo que quería hacer es insultar a la maceta o darle una patada, aunque a mi me hubiera dolido mucho más.
En mi carro miré mi rodilla porque de verdad me dolía tres veces mas que la primera. ¿Como es esto posible? me preguntaba. ¿Cómo me puede pasar eso a mi? insistía. Después de un corto enojo, contra mi mismo y llamarme con algunas descripciones que no me gusta que alguien más me llame, me calmé y le empecé dar gracias a Dios.
En el camino, sentí el Espíritu de Dios hablar suavemente a mi corazón. Hay un dicho en mi tierra nativa que dice algo así, "Un perro no se tropieza en la misma piedra dos veces..." Empecé a reflexionar que nosotros los humanos nos pasa lo contrario. Cuando viene la tentación en alguna área de nuestra vida y caemos, luego no arrepentimos delante de Dios y prometemos que nunca nos va a volver a pasar. Después de un corto tiempo, la misma tentación nos pega de nuevo y esta vez es aún más fuerte el dolor y las consecuencias. La Palabra de Dios nos advierte y nos aconseja que estemos ALERTA a los dardos del enemigo (1 pedro 5:8). Sus artimañas son las mismas de siempre, él conoce nuestras debilidades. También la Palabra nos recuerda que no nos creamos tan "espirituales" que nada nos puede atacar (1 Corintios 10:12).
También las Escrituras nos alientan que cualquier tentación que venga es "humana". En otras palabras, no es una tentación sobrenatural, que no podamos vencer. ¿Por qué? Porque Dios nos da una salida para escapar. Lee Santiago 1:13-14).
Todos tenemos áreas débiles, y es ahí donde el diablo nos va a atacar no solo una vez, pero muchas veces más para que nos rindamos. Así es que, fortalece esas áreas para que cuando el diablo venga tengas la fortaleza de decir, "NO".
Víctor G