Nuestra tarjeta de identificación como hijos de Dios y discípulos de Jesús, es nuestro amor los unos con los otros. Nuestra identificación no es una cruz que llevemos en nuestro cuello, o una pulsera con el símbolo cristiano o una calcomanía que pongamos detrás de nuestro automóvil. Sino que es, como nos tratamos los unos con los otros como familia de Dios.
Ya hay mucha crítica entre creyentes de diferentes denominaciones, especialmente entre ministros del Evangelio. Tan serio es esto cuando nos empezamos a calificar de cierta manera. Por ejemplo, fulano de tal es un hereje o es un apóstata de la fe. Etc..
Jesús dijo en Mateo 7:15-20 “Cuídense de los falsos profetas, que vienen a ustedes disfrazados de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Ustedes los conocerán por sus frutos, pues no se recogen uvas de los espinos, ni higos de los abrojos. Del mismo modo, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. El buen árbol no puede dar frutos malos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que ustedes los conocerán por sus frutos.”
Notemos varios puntos aquí: 1. Sí hay falsos profetas, o maestros o pastores o evangelistas y apóstoles. Este es un hecho que no podemos negar. Pero, ¿Cómo se descubren? 2. Por sus frutos. Un espino no puede dar uvas; de un abrojo no se pueden recoger higos. 3. Un árbol malo produce frutos malos y un árbol bueno produce buenos frutos. Y 4. Dios es el que los va a cortar y juzgar.
El punto aquí, como creyentes y ministros del Evangelio de Dios, no podemos o debemos calificar a otro ministro como “falso” solo porque tiene otro punto de vista doctrinal. Mira sus frutos primero. Si él está trayendo almas al Señor y las está sacando del infierno y su ministerio está haciendo la diferencia entre la gente y están creciendo en el conocimiento de Dios. Este es tu hermano y consiervo. Ahora, si alguno, como dice Pablo, predica otro Evangelio diferente, entonces sí, lo podemos juzgar (2 Corintios 11:4; Gálatas 1:8).
Entonces, si tú crees que solo podemos ser salvos a través del sacrificio de Jesús en la cruz; que Jesús resucitó al tercer día; que somos llamados a ser santos y que esperamos el día de Su venida por nosotros, todo lo demás no importa. Todo lo demás es trivial. Enfócate en lo que tienes en común con tu hermano en lugar de enfocarte en las diferencias. Recuerda que cuando todos estemos reinando con el Señor, vamos a estar todos juntos como familia amándonos los unos con los otros.
Vale la pena practicar el amor aquí. Nuestra vida aquí en la tierra es solo una práctica de lo que vamos a estar haciendo en el cielo. Recuerda la oración modelo de Jesús. “…Hágase Tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra” (Mateo 6:9-15).