A través de su residencia ahí por más de 50 años, Ritchie y Moya han salvado un estimado de 160 personas de suicidio. ¿Cómo lo hacen? Es simple, realmente. Cada mañana, Ritchie se despierta y mira por la ventana por alguna persona que esté sola cerca del precipicio. Si él ve a alguien que parece estar inquieto y listo para saltar, él camina donde está la persona y comienza una conversación. “Yo les estoy ofreciendo una alternativa, realmente,” dice él. “Siempre actúo en una manera amigable. Yo sonrío.” Y para un hombre humilde de 84 años batallando cáncer, Ritchie seguro que sabe el valor de estar vivo
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