Pensamientos del Corazón
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¿CUANDO SOMOS SUFICIENTE BUENOS PARA DIOS?

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Eran las 10 y treinta de la noche cuando manejaba hacia mi casa. No podía quitar de mi mente lo que acababa de suceder.

 A mis 28 años de edad, era un hombre celoso de las cosas de Dios, siempre sirviendo en la pequeña iglesia donde el Señor me había salvado. Había sido nombrado Diácono de la iglesia y era el más joven de este grupo especial de la iglesia, donde mi padre también era miembro.  Me di cuenta en poco tiempo, que este grupo elegido por la iglesia tenía mucho poder e influencia en la iglesia. Me sentía muy bien siendo parte de este grupo elite de la iglesia y respetado por todos. Bueno, todo brillaba a mi alrededor y todo me estaba saliendo bien. Pero estaba a punto de tener una “sacudida” en mi vida que iba a cambiar mi perspectiva para toda la vida.

Una de mis responsabilidades en la iglesia, era de producir el programa radial que la iglesia tenía ya por años. Un sábado por la noche en el pequeño cuarto, convertido en un estudio de grabación, tenía a un invitado especial que también iba a predicar el domingo en nuestra iglesia. El pastor de la iglesia no iba a moderar el programa porque esa noche tenía que atender otro asunto de la iglesia y me dejó encargado de dirigir el programa. Era la primera vez que iba a hacer esto, grabar el programa y entrevistar a una persona. Estaba nervioso.

Al otro lado de la mesa con su micrófono, estaba el invitado especial, un hombre que había estado en la cárcel por matar a otra persona por contrato. Era parte de una mafia en una ciudad grande y le habían dado cárcel por vida por el delito. Pero, debido a cosas que solo Dios puede hacer, después de entregarse a Jesús como Señor y Salvador en la cárcel, milagrosamente le perdonaron la sentencia y se dedicó a predicar el Evangelio de nuestro Señor Jesucristo, en escuelas, colegios y universidades por todo los Estados Unidos. Ahora era un predicador ayudando especialmente a jóvenes a no caer en el crimen y las drogas. Este hombre era un milagro de Dios. Mientras  él hablaba, yo no podía quitar mis ojos de sus brazos y su cara llena de cicatrices por las tantas peleas que tubo. Él contaba de todas las situaciones que Dios le había guardado de la muerte muchas veces y ahora reconocía que Dios lo había preservado para la misión que tenía. Yo estaba impresionado totalmente del poder de Dios en este hombre.

Después de terminar la grabación, nos despedimos, él se fue donde se estaba hospedando y yo me dirigí a casa pensando en todo lo que había pasado y comencé a meditar y hablar con Dios en mi mente. Pensaba, Que tremendo testimonio de un hombre que lo sacaste de lo más bajo y ahora, convertido en un gran siervo tuyo. Y aquí, hice quizás, una de las declaraciones más absurdas que una persona puede hacerle a Dios. Dije en mi mente,  Me hubiera gustado tener una vida como la de este hombre que acabo de entrevistar para contarles del cambio tan drástico que tuve e impresionar las masas. Yo no tengo nada impresionante que contar… Y continué con mis palabras torpes y tontas, Señor, Tu no tuviste que usar mucho jabón para limpiarme (eso fue exactamente lo que le dije), pues siempre fui un muchacho modelo desde niño. No seguí el mal ejemplo de mi padre de convertirme un borracho o mujeriego. Nunca hice esas cosas. Iba a la iglesia católica todos los domingos y ayudaba al sacerdote en la misa…etc., etc. De repente, oí en mi espíritu, y es la mejor forma que lo puedo explicar, oí las palabras del profeta Isaías, en el capítulo 64 versículo 6. Yo había leído este pasaje muchas veces , pero ahora iba a entenderlo de una manera que nunca lo iba a olvidar. Isaías dijo, “Todos nosotros éramos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapos de inmundicia; y caímos todos nosotros como la hoja del árbol; y nuestras maldades nos llevaron como viento”. Isaías está hablando aquí en una forma muy gráfica pero para que lo entendamos bien. Los trapos de inmundicia que aquí se refiere Isaías, eran las telas que las mujeres usaban para limpiarse cuando estaban en su periodo de menstruación. Sentí una voz dentro muy dentro de mi ser y decía, Víctor, con todo lo bueno que tu creías que eras, ibas a parar en el infierno con todos los asesinos, borrachos y lo peor que te puedes imaginar.

En un instante, me solté en llanto y empecé a pedirle perdón al Señor por mis palabras y mi falta de entendimiento del costo tan grande de nuestra salvación, Jesús como sacrificio derramó Su sangre para el perdón de nuestros pecados. De pronto, entendí que no podemos ser lo suficiente buenos para “ganarnos” la salvación como me habían enseñado. Las palabras de Pablo también resonaron dentro de mi cuando dijo, “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros pues es don de Dios. No por obras para que nadie se gloríe” (Efesios 2:8-9).

El camino al Padre y la vida eterna es solamente a través de Jesús. No hay muchos caminos a Dios y la vida eterna, solo uno. Jesús. Por primera vez en mi vida como cristiano, entendí la salvación como un regalo de Dios, gratis pero costoso para todo aquel que lo quiera recibir, aún para aquellos que creen que han sido "buenos", como yo me consideraba.

¿Podemos ser lo suficiente buenos para entrar a la vida eterna? Nunca. Nunca seremos lo suficiente buenos por nuestros propios méritos. Hemos sido justificados por los méritos de Cristo Jesús y su sangre por la cual hemos sido hechos justos delante del Padre. No hay una sola cosa que podamos hacer para ganarnos la vida eterna. Jesús lo hizo por nosotros porque Él sabía que nosotros nunca lo íbamos a lograr. ¡Gracias Jesús!

Bendiciones, VOG



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No eres una "casualidad". Fuiste cuidadosamente formado por Dios Todopoderoso. Salmos 139
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